Por siglos el hombre ha procurado entender su procedencia, comportamiento y significado de vida, desarrollando teorías y enmarcándolo con nombres basados en raíces latinas que a mi humilde manera de ver las cosas, quedan cortas para describir lo complicados que somos como seres humanos. Me gustaría describirles unos cuantos “homos” que nos harán comprender nuestra naturaleza y así, reconocer nuestras habilidades con el fin de crear una sociedad competitiva y erradicar la pobreza que al final, a todos nos afecta sin distinción de nivel socioeconómico.
El “Homo Sapiens” fundamentalmente es un conocedor capaz de llegar a la esencia de las cosas, el “Homo Faber” inventa, construye y maneja instrumentos para dominar más fácilmente el mundo material que tiene a su entorno, el “Homo Loquens” permite interactuar verbalmente en una comunidad, el “Homo Patiens” receptor de influencias externas con capacidad de recibir y sufrir y por último, el “Homo Oeconomicus” quien describe al hombre como un ser con capacidad y la propensión natural para maximizar la función de utilidad, al buscar más beneficio y lucro en sus actividades.
Sin duda alguna, todos estos “homos” nos describen de una manera u otra, pero les presentaré al “homo” que seguramente todos tenemos dentro, el cual identificándolo y explotándolo, nos ayudará a convertirnos en empresas, grupos o individuos más consientes de su entorno, responsables de sus actos y artífices de un cambio social, el cual traerá como consecuencia riqueza, salud y sana convivencia a nuestra sociedad, que tanto necesita de ello. Sin más preámbulos les presento al “Homo Solidarius”, quien es capaz de dejar de lado el egoísmo vano y camina hacia una sociedad de hombres que se ayudan, comparten conocimientos y sobre todo respeta la dignidad humana que posee cada semejante, teniendo la capacidad de ponerse en la situación del otro, y la adhesión de identificarse, adherirse, pegarse, a la causa de otros.
Utilizando como base la definición de todos los “homos” descritos anteriormente, me gustaría hacer un “combo” que defina a un “Super Homo” (sin ánimo de competir con Nietzsche), el cual consiente de sus actos, convertirá a una sociedad necesitada en una sociedad con riqueza, fuerte, con oportunidades de desarrollo. Este “Super hombre” será capaz de maximizar la función de utilidad buscando un beneficio en todas sus actividades, utiliza instrumentos y tecnología en búsqueda de la eficiencia, siendo un vehículo de transmisión de ideas que terminen haciendo un efecto positivo y multiplicador en la sociedad. Este hombre es capaz de generar riqueza sin necesidad de transgredir la ley, reconociendo la valía de todo ser humano así como sus actos hacia su comunidad a la que ayuda en su desarrollo, comprometiéndose a no arriesgar los recursos naturales para futuras generaciones comportándose y guiándose de una manera ética.
Estoy consciente que algunos lectores al terminar de leer esta definición, la primera palabra que les surja de su mente será “¡Utopía!”, pero complacientemente les respondo que no lo es, este “Super Hombre” existe, y hay muchos. Son todos aquellos que trabajan y son parte de los programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), también son todos aquellos que de manera desinteresada por medio de iglesias, fundaciones, organizaciones velan por brindar desarrollo a comunidades, pero eso si, bajo un plan bien estructurado con estrategias y tácticas definidas con el objetivo de crear desarrollo y no dependencia.
La solidaridad nos invita a incrementar nuestra sensibilidad hacia los demás, es una determinación firme para la búsqueda del bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Mucho o poco, buenos o malos, todas las personas tenemos por naturaleza una tendencia a ser solidarios. En Guatemala podemos apreciar la necesidad de la sociedad en la realización de actos solidarios, como respuesta, movimientos de jóvenes dan a luz nuevas formas de participación, como lo podemos apreciar en las calles en jornadas de recaudación monetaria para fines específicos, así como cuando existen desastres naturales la respuesta de la sociedad es inmediata para la donación de víveres. La solidaridad no se enmarca en regalar al necesitado, se enmarca en la búsqueda de un bien común y la capacidad de entender a nuestros semejantes para así ayudarlos.
La solidaridad la podemos encontrar en muchos aspectos de nuestra cotidianeidad como por ejemplo, en los planes de Gobierno de todos y cada uno de los partidos políticos, en los Principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica así como parte importante, en las prácticas y preceptos corporativos de las empresas que practican RSE.
La solidaridad y la RSE van mas allá de la filantropía o mercadeo con causa, van más allá de programas asistencialistas. La RSE crea competitividad a las empresas y al mismo tiempo procura el bienestar de la comunidad. El término RSE está muy de moda, algo que a quienes trabajamos a favor de ella nos alegra, pero en realidad no todos sabemos lo que realmente es, no todos sabemos cómo aplicarla, razón por la cual a partir de esta edición, platicaremos acerca del tema con el fin de conocerla bien y ¡Hey!, ¿Les cuento algo? La Responsabilidad Social convierte competitivo a quien la practica, por lo que paga, y ¡muy bien!