La práctica de la Responsabilidad
Social Empresarial (RSE) es un deber tanto interno como externo de la empresa,
el cual se centra en tener la conciencia y responsabilidad de sus actividades,
tanto positivas como negativas hacia sus grupos de interés (stakeholders); esta conciencia se centra
en el impacto de dichas actividades alrededor de tres ejes: social, económico y
medioambiental, creando un equilibrio entre los mismos que resulta vital para el
desarrollo legítimo y continúo de las actividades de la empresa y así, generar
utilidades y por ende desarrollo a la sociedad.
La importancia de la práctica
responsable medioambiental a través de la RSE se debe principalmente a los
efectos que las industrias han causado sobre el impacto ambiental; estas repercusiones
han impulsado en la conciencia de los empresarios un mayor énfasis en el comportamiento ético, para encargarse
correctamente de los desastres ambientales causados principalmente por el
calentamiento global, el cambio climático, la deforestación y la contaminación.
La clave para
una adecuada gestión medioambiental es la prevención y no la reacción; es
bien sabido que la RSE procura el desarrollo sostenible, el cual, en relación
con el medio ambiente se centra en el uso racional de los insumos naturales sin
comprometer su disponibilidad para las próximas generaciones. El uso de estos insumos puede empezar desde
pequeñas prácticas que a gran escala producirán grandes resultados.
De manera interna se puede señalar
la minimización en el uso del papel, el
uso eficiente de la energía eléctrica y el consumo de insumos con sellos de
producción amigable con el medio ambiente a nivel general, así también, es de
gran y obvio impacto el manejo adecuado de insumos, producción y la descarga de
residuos de la empresa hacia el medio ambiente. Adicionalmente, las empresas
practicantes de RSE pueden apoyar de forma externa en la organización
comunitaria y capacitaciones a grupos de interés en temas de cuidado
medioambiental y planificación para el manejo de emergencias.
En materia de organización
comunitaria y capacitación, la empresa debe de empezar por trabajar en conjunto
con los comités comunitarios, quienes de manera autónoma y voluntaria, deben
convocar a su comunidad y concientizarla sobre la importancia del tema y
comunicar que junto a la empresa se organizarán, formarán y capacitarán redes
y/o brigadas de personas encargadas de actuar ante una emergencia o desastre.
En este sentido, el papel de la
empresa puede empezar con una donación en especie (nunca en efectivo) de
artículos indispensables para tener las unidades de prevención; posteriormente,
debería buscar la asociación con instituciones gubernamentales con capacidad
instalada en la región y/u Organizaciones No Gubernamentales (ONG) reconocidas
en este tipo de situación, de esta forma se demuestra que la empresa reconoce la
legitimidad de la institución y su conocimiento en la materia y que está
dispuesta a entregarle recursos para que la ayuda sea más efectiva. Por último,
la empresa debería capacitar y mantener un monitoreo constante a los grupos
especializados y la comunidad en general, esto es con el fin de estar en alerta
para cualquier eventualidad e implementar un sistema de gestión para la
reducción de riesgo de desastres. Es
bien sabido que la RSE no sólo se ocupa de las comunidades externas a la
empresa, por ello, también es importante contar con un plan de emergencias dentro
de la organización y la institución de brigadas dentro de la misma con lo cual,
se garantiza la protección de su público interno (colaboradores).
En relación a contaminación industrial e impactos negativos
al medio ambiente generados por las empresas, podemos citar muchos ejemplos
“enigmáticos” que forman parte de la historia mundial y que son reconocidos
inmediatamente por la mayoría, tal es el caso de los accidentes nucleares de Chernóbil (1986) y Fukushima
(2011), los derrames petrolíferos de Exxon Valdez (1989) y en el Golfo de
México (2010) y el derrame de Bophal (1984); en todos los casos, la falta de
ética empresarial sumada al error e irresponsabilidad humana han causado terribles
desastres ambientales llevando a generar cambios y a definir nuevos protocolos
empresariales, todo ello con el único objeto de evitar que la catástrofe se
repita.
Es un hecho que todo ser vivo
tiene un impacto hacia el medio ambiente; por ende y por añadidura, toda
empresa deja una huella en el ambiente. A lo largo del tiempo, los años han
sido testigos de la evolución de la valoración empresarial hacia el medio
ambiente, el desprecio por parte de la sociedad hacia a la actitud defensiva ha
evolucionado hacia la aceptación y al reconocimiento de la necesidad de un
adecuado desempeño ambiental para enfrentar los retos de la competencia, las
crecientes exigencias de los consumidores y garantizar el éxito futuro de la
empresa. Por lo anterior, en conjunto las
empresas, la sociedad civil y el gobierno deben de velar por un control adecuado
sobre los impactos de las actividades, productos y servicios que las mismas
empresas ofrecen. Es por ello, que es
cada vez mayor el número de empresas (sin importar su tamaño) que han
establecido o están en vías de establecer una política ambiental acorde a los
requerimientos de su actividad y a las expectativas de la sociedad.
Entonces, ¿Cómo se puede evitar
la contaminación industrial? El papel del gobierno debe de centrarse en
procurar generar las condiciones económicas, legales y sociales para que las
empresas generen utilidades y por ende, trabajo y desarrollo en donde operan;
todo ello con un adecuado control del impacto ambiental que las actividades de
la misma causen, lo cual se logrará por medio de una legislación cada vez más
exigente hacia los controles medioambientales y hacia el control de la corrupción.
De tal manera, la empresa debe de
cumplir sin falta la legislación pertinente y los compromisos hechos a la
sociedad por medio de los Estudios de Evaluación de Impacto Ambiental y Social
(EEIAS) y evitar tragedias que pueden caer en ecocidios con consecuencias
irreversibles a la naturaleza y a la vez, a su reputación y rentabilidad. Por su parte, la sociedad civil, por medio de
organizaciones que velen por el respeto el desarrollo sostenible, es
responsable de velar a su vez porque este control se haga sin intereses
perversos que lo único que generan es conflictividad social que a su vez genera
un enriquecimiento ilegítimo de sus pseudo
líderes, quienes se aprovechan de la ignorancia en el tema de sus simpatizantes
y crean una conflictividad social con consecuencias negativas para todo un país
ya que no dejar operar a las empresas (que normalmente es la solución que
dichos pseudo líderes ambientalistas proponen) no necesariamente es la solución
para evitar la contaminación, es bien sabido que se puede lograr que la empresa
opera de forma ambientalmente responsable siendo este un escenario en donde
todas las partes interesadas ganan: la comunidad, no solo por la generación de
empleos directos e indirectos sino también con la inyección económica que
representa la operación de la empresa en la localidad, el país en general, con
los proyectos de desarrollo (de infraestructura y social) que el gobierno
central pueda ejecutar con los impuestos que la empresa pague, las
organizaciones ambientalistas, quienes, si su interés genuino es garantizar el
aprovechamiento responsable de los recursos naturales, podrán estar tranquilos
sobre la certeza que esta premisa está siendo cumplida y de esta forma, se
garantiza la operación de la empresa en un escenario de armonía con la
comunidad, el gobierno, y el medio ambiente
Así pues, queda claro que la RSE
no es la solución a la deforestación, la contaminación, la extinción de
especies animales ni de cualquier otro desastre natural producido por el
hombre, pero definitivamente sí puede resultar clave para la prevención de
dichos desastres. La solución está en todos y cada uno de los miembros de la
sociedad, quienes con base a educación, valores y decisión, deben de anteponer
el bienestar de las próximas generaciones a sus propios intereses actuales.