La relación entre la cadena de
valor de una empresa y la RSE consiste en la revisión detallada de cada una de
las fases de dicha cadena bajo una perspectiva de RSE, de forma de que se
puedan constituir fuentes que generen ventajas competitivas al mismo tiempo que
agreguen valor al negocio, reduciendo costos de operación y aumentando la
reputación corporativa.
Toda estrategia de RSE debe comenzar
de manera interna en el seno de las organizaciones, para después hacer
actividades públicas y sobre todo, comunicar los logros obtenidos ya que “lo
que no se comunica, nunca se ha hecho”.
Debido a lo anterior, la RSE debe
ser implementada en toda la cadena de valor de un negocio, empezando por los
proveedores de materias primas, los métodos de producción, la transformación
del producto, la comercialización, venta final y sobre todo, en la satisfacción
del cliente. No se puede obviar ningún
eslabón de la cadena, ya que esto podría significar que todo lo que se edificó
en el proceso caiga como efecto dominó por un solo detalle; un ejemplo de esto
podría ser una empresa que importa materia prima de un país en vías de
desarrollo en donde el trabajo infantil no es debidamente perseguido y la
empresa proveedora infringe esta ley en algún punto. En este caso, la reputación corporativa que
sufrirá será la de la segunda empresa que produce el producto final y no la así
la proveedora de insumos aun cuando sea ésta la que cometa la actividad de
rechazo.
De tal manera, implementar la RSE
a lo largo de toda la cadena de valor robustece no sólo a la empresa que la
practica, sino también las capacidades de sus proveedores y clientes, instando
a los últimos a que sean socialmente
responsables y demandantes de la información sobre los efectos secundarios del
consumo, es decir, conocer si es amigable con el medio ambiente, conocer los
contenidos del etiquetado, las prácticas de mercadeo que utilizan, su
estrategia de comunicación y de venta, el servicio postventa, entre otros.
Implementar esta práctica
favorece que las empresas practiquen la fórmula ganar-ganar con sus grupos de
interés compartiendo valor; de hecho, si sólo una de las partes genera
utilidades a expensas de la otra, estas utilidades tendrán una vida corta a
través del tiempo, sin ninguna oportunidad de prosperar a largo plazo.
Por otra parte, hay que recordar
que un objetivo que la empresa se involucre en temas de relacionamiento
comunitario es la identificación de problemas y demostrar con hechos su
intención de colaborar, lo que se podría convertir en una oportunidad para que
la empresa logre una ventaja competitiva. Debido a esto, la estrategia de RSE no sólo se
circunscribe a la gestión de la cadena de valor, sino también a la colaboración
que puedan aportar a la comunidad y a los demás grupos de interés de la
empresa.
Entre los beneficios que conlleva
implementar la RSE en la cadena de valor de la empresa destacan:
§ Prestigio
de la organización y mejor imagen de la marca.
§ Confianza
de clientes y proveedores.
§ Motivación
y lealtad del personal.
§ Mayor
competitividad que implica calidad, productividad, rentabilidad y seguridad.
§ Comprensión
y apoyo a la comunidad.
§ Reputación
internacional y calificación frente a mercados comerciales y financieros.
§ Permanencia
en el mercado a mediano y largo plazos.
Por otra parte, entre los retos
de aplicar la RSE a la cadena valor podemos destacar que en la economía
globalizada del siglo XXI, la política de RSE puede ser basada en acuerdos
internacionales, pero, al mismo tiempo, debe adherirse a las legislaciones
nacionales y a las políticas de los distintos países donde sus productos tienen
presencia. Si las demandas locales no coinciden o son menos estrictas que los
acuerdos internacionales, las empresas tienen que preguntarse a qué reglas debe
de ajustarse, si a las locales o las internacionales. Si la empresa decide
aplicar una política uniforme, basada en principios universales, corre el
riesgo de ser acusada de intentar aplicar valores extranjeros y también puede
tener dificultades para ser aceptada en la sociedad, en tanto, si adapta su
política a la situación local, corre el riesgo de ser el objetivo de las
organizaciones civiles por no cumplir con los acuerdos internacionales.
Otro reto destacable es el
mantener una buena relación con los proveedores; el hecho de establecer
relaciones con los proveedores puede suponer dificultades, debido a una falta
de entendimiento y a valores y normas distintos. En muchos casos el proveedor
puede sentir una intromisión en sus operaciones o en sus procesos por esta
constante y vigilancia y control, lo cual pueden significar una ventaja
competitiva en el mercado pero no siempre es percibida de esta manera. Frecuentemente, el problema consiste en que el
proveedor no comprende los requisitos ambientales y sociales que le exige la
empresa compradora o bien, se remite al cumplimiento de requisitos legales los
cuales frecuentemente no están alineados con agregar valor o con una línea de
pensamiento enfocada en la RSE por lo que cumplir con requisitos adicionales
puede también suponer un costo para ellos.
Una cadena de valor responsable y
sostenible es una ventaja competitiva para los proveedores y para las empresas
contratantes, y puede suponer una mejora continua de la operación para ambos
teniendo como base que:
§ El
sistema de gestión de RSE tiene que ser
el punto de partida y final para una cadena de valor sostenible.
§ La
implementación de la RSE en la cadena de valor es igual a gestionar riesgos
(especialmente sociales y de marca) y oportunidades (frente a los grupos de
interés).
§ La
RSE en la cadena de valor debe demostrar beneficios para la organización desde
el punto de vista estratégico.
§ El
tema de la seguridad laboral debe ser de carácter obligatorio, tanto para el
caso de proveedores como de la empresa contratante.