Sin lugar a dudas no deja de
tener la razón, pero parcialmente, ya que el ejecutivo corporativo está en toda
la libertad de poder apoyar personalmente a su familia, limpiar su conciencia, satisfacer
sus sentimientos de caridad, participar en su iglesia, sus clubes, su ciudad,
su país, etc. Y todo esto, no debe de ser a través de los insumos de la
empresa, sino de él mismo.
El conflicto se deriva a que si
un ejecutivo corporativo se siente con la obligación de apoyar a su comunidad
bajo el “paraguas” de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y peor aún, si
el mismo usa la RSE como medio para beneficiar a grupos sociales puntuales bajo
la discrecionalidad que un cargo empresarial le pueda brindar. La RSE se basa
en diálogos participativos con los stakeholders (grupos de interés) de la
empresa, llegando de una manera consensuada y en colaboración a una estrategia
de apoyo al desarrollo, donde cada uno expone sus necesidades y expectativas
hacia la empresa y así, llegar a una estrategia de relacionamiento basada en
los intereses de la empresa y sus stakeholders, evitando así prácticas
filantrópicas con intereses definidos por parte de algún funcionario del Estado
o un ejecutivo corporativo.La posición hacia la RSE de Friedman se debe analizar desde el punto de vista del tiempo en que él vivió, ya que en el Siglo XXI las condiciones de mercado, perspectivas y expectativas del cliente y legislación han cambiado considerablemente. Por ejemplo, en la definición básica de la RSE en su primera parte dicta ser: “una cultura de negocios basada en principios éticos y firme cumplimiento de la ley, respetuosa de las personas, familias, comunidades y medio ambiente”; esta parte no riñe con el concepto de Friedman, ya que por concepto, la RSE promueve el respeto a las leyes y compromisos con sus stakeholders. La segunda parte de la definición básica de la RSE establece que: “contribuye a la competitividad de las empresas, bienestar general y desarrollo sostenible del país” y he aquí la diferencia de concepto.
La finalidad básica de una empresa de carácter lucrativo es generar utilidades y al no hacerlo, cae en una gran irresponsabilidad. Cualquier colaborador de una compañía debe velar por los intereses y competitividad de su empresa y en el Siglo XXI, tanto clientes como stakeholders de una empresa buscan una actitud proactiva por parte de las empresas, compañías preocupadas por el respeto al Medio Ambiente, comunidades y firme cumplimiento de sus responsabilidades hacia la sociedad. Una empresa responsable añade valor a sus mercancías e imagen de marca, lo que hace más atractivos sus productos y representa una ventaja competitiva de vista hacia su competencia.
Practicar la RSE evita conflictos con los stakeholders y por ende pérdidas en los negocios y al contrario, hace más rentable a las empresas reduciendo el índice de rotación de personal, promueve lugares de trabajo más sanos, facilita créditos bancarios, reduce su impacto ambiental, mejora imagen de las empresas y sus marcas, facilita la entrada a mercados extranjeros reduciendo la posibilidad de barreras no arancelarias entre muchas otras cosas y eso, es ser competitivo en el mercado.
Debido a lo anterior, Friedman se quedó corto en su crítica a la RSE, ya que no la tomó como herramienta esencial para ser competitivo de cara a las percepciones y expectativas de los clientes de hoy en día.
Con base a lo anteriormente expuesto, es una responsabilidad de la empresa generar utilidades, ser rentable y competitiva, por lo que la RSE como estrategia empresarial, es válida y en algunos casos, hasta obligatoria.
Ahora, ¿la responsabilidad social es un tema exclusivo de sólo las empresas?, la respuesta es no. La responsabilidad social esencialmente es tarea de todos. Tanto empresa como instituciones de Estado y población deben de trabajar en conjunto en búsqueda de un desarrollo integral, el cual beneficie a la sociedad en general, facilitando a la inversión privada, una mejor educación y salud que represente una oferta laboral más sólida y crítica, transformándose en una sociedad exigente con sus autoridades locales y empresas, representando un mercado atractivo y con poder de adquisición que fomente el comercio.
El eje central del desarrollo es la persona en sí misma. El cambio y el progreso vienen de todos los integrantes de una sociedad, enfatizando en sus propios comportamientos, actitud, conocimiento, creatividad y compromiso. Cada quien debe forjar un futuro donde las empresas y el Estado deben de ser actores en su desarrollo, vehículos que faciliten sus logros profesionales y personales y no los responsables absolutos de su progreso. El trabajo, educación y valores inculcados en los hogares y transmitidos de generación en generación son los motores para el desarrollo de una sociedad; una persona no debe albergar la esperanza que alguien más debe de ser el responsable de su desarrollo ya que así, lo único que se puede esperar es subdesarrollo, pobreza y un cultivo de conflictos sociales que en muchos de los casos, son provocados directamente por personas y/u organizaciones que inescrupulosamente viven del conflicto y atención, viven económicamente ¡muy bien!
La Responsabilidad Social es una
tarea ardua en conjunto, cuya fórmula de éxito se basa en un ejercicio de
participación ciudadana y compromiso de trabajo de manera programática y
sostenible. Los responsables de la misma son las personas, el Estado y la
iniciativa privada –en ese orden de jerarquía – y cuyos resultados en su
mayoría, se ven reflejados al mediano y largo plazo.