Así pues, es innegable que las
redes sociales han sido una herramienta fundamental de mercadeo para comunicar
e interactuar con el público objetivo y esperar ser influencia para cambiar
hábitos, conductas y formación de opinión.
Un ejemplo de lo anterior y del
poder de las redes es el movimiento pacífico que surgió en Guatemala en 2015,
con el fin de pedir rendición de cuentas y la destitución de la pareja
presidencial en turno, llevándolos meses después a renunciar a sus cargos y concluyendo
en su captura siendo llevados a la cárcel para esperar juicio en su contra por
casos de corrupción, todo esto organizado y divulgado por medio de redes
sociales.
En el otro extremo, dada la
facilidad de divulgación de información mediante las redes sociales y la
dificultad para verificar su veracidad, estas también han evidenciado que
utilizándolas con fines espurios, son una plataforma que ha facilitado a depredadores
sexuales, estafadores y líderes negativos a sembrar odio y formar opinión negativa
a una población que por desconocimiento, ingenuidad u otro en muchos casos es
fácil de manipular.
Así pues, las redes sociales se
pueden considerar una plataforma para el ejercicio puro de la libertad de
expresión, cada persona puede externar su opinión acerca de lo que sea y tener la
oportunidad de interactuar con otras personas y/u organizaciones... Es aquí en donde
yace un problema, porque las redes sociales dan fe que “una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad”.
Lo anterior obviamente representa
un riesgo pues mediante una cadena de “clics” cualquier información puede
llegar a ser difundida de forma masiva sin necesidad de pasar el filtro de la
validación de su veracidad. Lamentablemente,
esto no se limita únicamente a la desilusión que a un fanático le pueda
provocar la falsa noticia del rompimiento de su pareja favorita de famosos o el
embarazo de la estrella de cine del momento, porque en estos casos, aunque haya
llegado a ser “trending topic”, el
tiempo se encarga de presentar la verdad; el riesgo es el impacto de todas esas
falsas noticias, incluso maliciosas que se difunden igual de rápido pero que para
conocer la verdad no es tan sencillo como “esperar a ver si le crece la panza” y
es que incluso si esa verdad llega a tener oportunidad de salir a luz, muchas
veces el daño ya está hecho.
¿A qué me refiero? Pues el ejemplo
son muchas organizaciones que actuando sin ética, mediante las redes sociales
siembran y difunden información falsa e ideas convenientes a sus intereses
(económicos y políticos) en una población a quienes ellos mismos los catalogan
como “tontos funcionales”, quienes con índices educativos y socioeconómicos
generalmente bajos son fácilmente manipulables por discursos que avivan un
resentimiento social. Es así, que estas
luchas, que por supuesto, no pelean los dirigentes de estas organizaciones de
“interés social o ambientalista” sino aquellos que debido a su desconocimiento
son embaucados a “defenderse” aunque no tengan claro de qué o de quién, junto
con un Estado débil incapaz de promover un Estado de Derecho, deriva en una
situación de ingobernabilidad tal y como en Guatemala se está viviendo en estos
momentos, provocando un clima de zozobra, falta de certeza jurídica y un clima
de inversión adverso; lo que significa un cultivo idóneo para el subdesarrollo,
la falta de oportunidades y paz en general… y esto es lo que no se arregla
incluso cuando la verdad salga a la luz porque el daño ya está hecho.
Las redes sociales utilizadas de
manera perversa pueden ser muy perjudiciales hasta para un país. En Guatemala
existen organizaciones que instigan y promueven a las personas para mantener
conflictos sociales inútiles y grandemente perjudiciales para todos, (menos
para ellos pues los conflictos les son muy rentables por no decir que de ellos
se mantienen). ¿Cómo lo logran? Pues el
uso de teléfonos móviles se ha vuelto parte de la vida de las personas por lo
que la comunicación es hoy mucho más fluida, en Guatemala hay más de 1 teléfono
por habitante, por lo que por lo menos una persona de la comunidad puede tener
acceso a redes sociales e influirá a sus pares.
Incluso, en la realidad de muchas comunidades de Guatemala, si tiene
acceso a pagar redes sociales, es posiblemente que también sea de los pobladores
que más dinero produzca y por ende, será de los de mayor influencia en la
comunidad.
Se ha dicho ya que hay líderes
negativos que promueven el conflicto por medio de sus redes sociales y con
mensajes poco éticos, confunden a la población.
Es bien sabido que en algunos casos, estas organizaciones han hecho uso
de los servicios de los famosos Netcenters,
los cuales se dedican a defender o atacar ideas o productos (dependiendo de los
intereses de quien les paga) practicando
a la mejor usanza el Ad Hominem,
que prácticamente es atacar a una persona u organización para desacreditarla,
en vez de refutar sus ideas con propiedad.
Así pues, si alguien no está de acuerdo con lo que se defiende hay dos
caminos, el Ad Hominem, linchando
pública y ferozmente a quienes no comparten sus ideas o eliminando los mensajes
que los refutan y entonces, todo indica que el apoyo es absoluto, lo cual les
interesa y les conviene ya que pueden argumentar con sus financistas (en su
mayoría extranjeros) que la lucha está presente y a su favor. Este
financiamiento no se ve en acciones que ellos se supone defienden, se ve en el
área de conflicto y en sus cuentas bancarias. Hay casos que hasta con orgullo
lucen sus posesiones e inmuebles adquiridos con este tipo de financiamiento y
sus mismos seguidores justifican la adquisición sólo porque consideran que lo
merece, así pues, el termómetro de su popularidad se convierte en los likes (me
gusta) de sus publicaciones, algo que alimenta sus egos injustamente
engrandecidos pero estos son otros temas...
¿Y funciona ese “si no puedes convencerlos, confúndelos? ¡Claro! Y no,
no es nuevo ni exclusivo de las redes sociales del siglo XXI; conozco una
historia de hace más de 20 siglos, acerca de un hombre inocente, quien fue
condenado a muerte, torturado y ejecutado todo gracias a un grupo de personas
que vociferaron calumnias y así lograron que la población escogiera darle
muerte a él en vez de a un ladrón y asesino confeso, ¿Le suena familiar? Pues
todo esto fue por la influencia de unos cuantos que interpusieron sus intereses
personales y aprovecharon la falta de información y criterio de una población
específica repitiendo calumnias que dada la desinformación se volvieron la base
sobre la cual lo sentenciaron.
Pero, ¿Entonces, cómo se detienen
estos conflictos que empiezan en las redes y terminan en las calles? ¿Hay que
censurar? No, la solución no es la absurda censura que algunos pretenden
imponer, la solución es a largo plazo y se necesita mucho trabajo. La solución
está en la formación e información de la población para que conozca la realidad
de los hechos, en la instrucción en materia de ética y valores en casa para
evitar que se presten a este tipo de situaciones, en la inversión en educación
y autoformación de criterio que evitará convertir a la población inocente en un
ejército de borregos que terminan convirtiéndose en feroces perros de caza,
engañados por unos cuantos y sufridos por unos muchos, en la defensa del Derecho
propio sin violentar el Derecho del otro, incluyendo el Derecho que ambos gozan
a la libre expresión, a la libre locomoción y al trabajo aunque lo que diga, a
donde vaya y en lo que trabaja a mí no me parezca o no me convenga pero tener
claro que eso no me autoriza a impedirle que ejerza sus Derechos Constitucionales.
¡No al Ad Hominem, no a la censura y
sí al debate de ideas con argumentos y en un clima de respeto!
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