domingo, 26 de noviembre de 2017

Ad Hominem y el linchamiento público del Siglo XXI

Entendiendo las redes sociales como una estructura compuesta por personas, quienes conectadas por uno o varios vínculos es un hecho que en el siglo XXI han cambiado al mundo convirtiéndolo en una madeja interconectada permitiéndonos conectarnos con amigos, colegas, familiares, otras personas con intereses similares, encontrar pareja sentimental, etc., pero hoy día, sirven más como una herramienta de comunicación permitiendo difundir y divulgar de manera inmediata información acerca de eventos de interés común que pueden ir desde conciertos, ofertas, eventos de caridad, etc., hasta noticias de interés mundial como ataques terroristas, desastres naturales, resultados de elecciones presidenciales, eventos deportivos, entre otros.

Así pues, es innegable que las redes sociales han sido una herramienta fundamental de mercadeo para comunicar e interactuar con el público objetivo y esperar ser influencia para cambiar hábitos, conductas y formación de opinión.
Un ejemplo de lo anterior y del poder de las redes es el movimiento pacífico que surgió en Guatemala en 2015, con el fin de pedir rendición de cuentas y la destitución de la pareja presidencial en turno, llevándolos meses después a renunciar a sus cargos y concluyendo en su captura siendo llevados a la cárcel para esperar juicio en su contra por casos de corrupción, todo esto organizado y divulgado por medio de redes sociales.  

En el otro extremo, dada la facilidad de divulgación de información mediante las redes sociales y la dificultad para verificar su veracidad, estas también han evidenciado que utilizándolas con fines espurios, son una plataforma que ha facilitado a depredadores sexuales, estafadores y líderes negativos a sembrar odio y formar opinión negativa a una población que por desconocimiento, ingenuidad u otro en muchos casos es fácil de manipular.
Así pues, las redes sociales se pueden considerar una plataforma para el ejercicio puro de la libertad de expresión, cada persona puede externar su opinión acerca de lo que sea y tener la oportunidad de interactuar con otras personas y/u organizaciones... Es aquí en donde yace un problema, porque las redes sociales dan fe que “una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad”.

Lo anterior obviamente representa un riesgo pues mediante una cadena de “clics” cualquier información puede llegar a ser difundida de forma masiva sin necesidad de pasar el filtro de la validación de su veracidad.  Lamentablemente, esto no se limita únicamente a la desilusión que a un fanático le pueda provocar la falsa noticia del rompimiento de su pareja favorita de famosos o el embarazo de la estrella de cine del momento, porque en estos casos, aunque haya llegado a ser “trending topic”, el tiempo se encarga de presentar la verdad; el riesgo es el impacto de todas esas falsas noticias, incluso maliciosas que se difunden igual de rápido pero que para conocer la verdad no es tan sencillo como “esperar a ver si le crece la panza” y es que incluso si esa verdad llega a tener oportunidad de salir a luz, muchas veces el daño ya está hecho.
¿A qué me refiero? Pues el ejemplo son muchas organizaciones que actuando sin ética, mediante las redes sociales siembran y difunden información falsa e ideas convenientes a sus intereses (económicos y políticos) en una población a quienes ellos mismos los catalogan como “tontos funcionales”, quienes con índices educativos y socioeconómicos generalmente bajos son fácilmente manipulables por discursos que avivan un resentimiento social.  Es así, que estas luchas, que por supuesto, no pelean los dirigentes de estas organizaciones de “interés social o ambientalista” sino aquellos que debido a su desconocimiento son embaucados a “defenderse” aunque no tengan claro de qué o de quién, junto con un Estado débil incapaz de promover un Estado de Derecho, deriva en una situación de ingobernabilidad tal y como en Guatemala se está viviendo en estos momentos, provocando un clima de zozobra, falta de certeza jurídica y un clima de inversión adverso; lo que significa un cultivo idóneo para el subdesarrollo, la falta de oportunidades y paz en general… y esto es lo que no se arregla incluso cuando la verdad salga a la luz porque el daño ya está hecho.

Las redes sociales utilizadas de manera perversa pueden ser muy perjudiciales hasta para un país. En Guatemala existen organizaciones que instigan y promueven a las personas para mantener conflictos sociales inútiles y grandemente perjudiciales para todos, (menos para ellos pues los conflictos les son muy rentables por no decir que de ellos se mantienen).  ¿Cómo lo logran? Pues el uso de teléfonos móviles se ha vuelto parte de la vida de las personas por lo que la comunicación es hoy mucho más fluida, en Guatemala hay más de 1 teléfono por habitante, por lo que por lo menos una persona de la comunidad puede tener acceso a redes sociales e influirá a sus pares.  Incluso, en la realidad de muchas comunidades de Guatemala, si tiene acceso a pagar redes sociales, es posiblemente que también sea de los pobladores que más dinero produzca y por ende, será de los de mayor influencia en la comunidad.
Se ha dicho ya que hay líderes negativos que promueven el conflicto por medio de sus redes sociales y con mensajes poco éticos, confunden a la población.  Es bien sabido que en algunos casos, estas organizaciones han hecho uso de los servicios de los famosos Netcenters, los cuales se dedican a defender o atacar ideas o productos (dependiendo de los intereses de quien les paga) practicando  a la mejor usanza el Ad Hominem, que prácticamente es atacar a una persona u organización para desacreditarla, en vez de refutar sus ideas con propiedad.  Así pues, si alguien no está de acuerdo con lo que se defiende hay dos caminos, el Ad Hominem, linchando pública y ferozmente a quienes no comparten sus ideas o eliminando los mensajes que los refutan y entonces, todo indica que el apoyo es absoluto, lo cual les interesa y les conviene ya que pueden argumentar con sus financistas (en su mayoría extranjeros) que la lucha está presente y a su favor. Este financiamiento no se ve en acciones que ellos se supone defienden, se ve en el área de conflicto y en sus cuentas bancarias. Hay casos que hasta con orgullo lucen sus posesiones e inmuebles adquiridos con este tipo de financiamiento y sus mismos seguidores justifican la adquisición sólo porque consideran que lo merece, así pues, el termómetro de su popularidad se convierte en los likes (me gusta) de sus publicaciones, algo que alimenta sus egos injustamente engrandecidos pero estos son otros temas...  ¿Y funciona ese “si no puedes convencerlos, confúndelos? ¡Claro! Y no, no es nuevo ni exclusivo de las redes sociales del siglo XXI; conozco una historia de hace más de 20 siglos, acerca de un hombre inocente, quien fue condenado a muerte, torturado y ejecutado todo gracias a un grupo de personas que vociferaron calumnias y así lograron que la población escogiera darle muerte a él en vez de a un ladrón y asesino confeso, ¿Le suena familiar? Pues todo esto fue por la influencia de unos cuantos que interpusieron sus intereses personales y aprovecharon la falta de información y criterio de una población específica repitiendo calumnias que dada la desinformación se volvieron la base sobre la cual lo sentenciaron.

Pero, ¿Entonces, cómo se detienen estos conflictos que empiezan en las redes y terminan en las calles? ¿Hay que censurar? No, la solución no es la absurda censura que algunos pretenden imponer, la solución es a largo plazo y se necesita mucho trabajo. La solución está en la formación e información de la población para que conozca la realidad de los hechos, en la instrucción en materia de ética y valores en casa para evitar que se presten a este tipo de situaciones, en la inversión en educación y autoformación de criterio que evitará convertir a la población inocente en un ejército de borregos que terminan convirtiéndose en feroces perros de caza, engañados por unos cuantos y sufridos por unos muchos, en la defensa del Derecho propio sin violentar el Derecho del otro, incluyendo el Derecho que ambos gozan a la libre expresión, a la libre locomoción y al trabajo aunque lo que diga, a donde vaya y en lo que trabaja a mí no me parezca o no me convenga pero tener claro que eso no me autoriza a impedirle que ejerza sus Derechos Constitucionales. ¡No al Ad Hominem, no a la censura y sí al debate de ideas con argumentos y en un clima de respeto!

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